martes, 2 de febrero de 2010

LA BUENOS AIRES DE CADA DÍA


LA BUENOS AIRES DE CADA DÍA

Amigos/Amigas:


Hace unos meses trabajo sobre un prólogo a "El vaciadero", especie de novela de la lunfarda porteña de nuestro enormisismo poeta Julián Centeya; (que si los astros acompañan) se editará en Francia.
En este pequeño extracto que comparto con ustedes intento (a duras penas) un paralelísmo de aquel Buenos Aires , con este otro que hoy nos toca transitar.

"EL HOMBRE GRIS DE BUENOS AIRES"
Por Matías Mauricio.

(...) Ese mismo año sale al ruedo “El vaciadero”- novela de la lunfarda porteña- que pone a boca de jarro la vida oscura de la gente en ‘la quema’; vida entre latas, trapos, vidrios y demás desechos del hombre, que da pie a las villas miserias. “El vaciadero” es una suerte de libro premonitorio del Buenos Aires actual. Sí, de este Buenos Aires que edifica su muerte sobre el lomo de un dragón de cemento, empecinado en arrojar a las veredas, sus restos de cartón, su ración de comida barata, sus torpes botellas donde nunca entrará un barquito de papel para un sueño de mar. Así es como nuestro Buenos Aires suelta diariamente su triste mueca de basura para que los perros vagabundos (que casi siempre son hombres) tengan que comer. Solo hay que caminarla, vivirla y en cualquier esquina encontrarás a los ‘cartoneros’ en su turbia tarea de hundir las manos en los abismos de las bolsas de basura. ¿Quiénes son los cartoneros? Nada más y nada menos que hombres y mujeres (en su mayoría pibes) que juntan lo que escupe la ciudad. A veces, me pregunto si no serán arcángeles que andan buscando cartones del tamaño de sus espalditas para inventarse alas que los alejen de la muerte? A los cartoneros se los encuentra en toda la ciudad y a toda hora; ya sea en la tonta Puerto Madero o en la nostálgica bajada del Puente Alsina -con su siempre paisaje de camiones sacudiéndose en los baches- cansados camiones, repletos de familias cartoneras que flotan en el silencio de algo que se parece a una gigante montaña de desechos. Lo raro de todo esto, no es ver tanta basura acumulada, sino ver al hombre común de Buenos Aires, es decir: al obrero de fábrica, al oficinista, al almacenero, a la maestra, a vos y a mí, indiferentes ante esta realidad, como si eso que estamos viendo, fuese algo tan natural como ir a comprar el pan o leer un periódico. Eso sí, los cartoneros, nunca dejarán de ser para el inconciente colectivo del porteño; peligros carteristas, chorros fuertemente armados, drogaditos incorregibles, vagos tirados a menos, merecedores de esa vida que los muestra como una raza de olvidados que marcha lentamente hacia la más oscura de las profundidades. Pero esta es otra historia y deberá ser contada en otro momento(...)

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