miércoles, 17 de febrero de 2010

¡OH, LAS AMANTES PORTEÑAS!

















OH, LAS AMANTES PORTEÑAS
                                                            A María.

¡Oh, las amantes porteñas!
agrupadas en habitaciones oscuras y terribles, sin más sombras que una túnica de viento y una serpiente de vidrio en la boca.

Habitaciones digo
donde las amantes sellan las ventanas con babas de tigre y lechosas lámparas de hollín, para que los hombres resbalen y caigan en un incendio de lluvia.

Pero hay las que lo hacen de cara a la muerte
como pasando sus lenguas por el tajo del mundo, acostadas en relámpagos de sábanas, vaciando de a litros su orina verde.

Y hay también las otras de calor y brujería,
de sangre en las escaleras y en las camas y hay las que ya no se duermen y enloquecidas huyen por el sendero de asfalto, llevando sobre los hombros pedazos del que fuera su amante.

Al fin del día, se las ve gritar, luchar, llorar y recular
ante los enormes pájaros del sueño, que las van desangelando hasta olvidarlas como tristes estrellas de trapo.

Matías Mauricio.

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